Jeremías 20:7,9
Jeremías, al igual que
Elías (1 Reyes 19:10) no podían huir del
fuego de Dios, ni negar el amor que sentían por él. A pesar de las dificultades
y dudas que se les presentaron, sus corazones estaban firmemente arraigados a
Dios y su voluntad. Su amor para con Él era tan grande que estaba metido en sus
huesos y por más que lo intentaban no
podían negarlo, porque era sincero. Por lo que Dios no solamente oyó sus
oraciones, sino que también los guardó y afirmó sus pasos para soportar lo que
tenían por delante. Ellos conocían lo que Él era y estaban dispuestos a cumplir
su propósito.
No podemos predecirlo,
pero una vez que Él viene y toca nuestro corazón, no hay vuelta atrás. Nuestras
vidas cambian por completo, nuestros dones se hacen visibles y en nosotros está
el sentir de querer explotarlos. Nuestras metas, nuestro corazón se alinean a
sus planes y aprendemos que no es mérito nuestro, sino es su fuerza, su poder,
su gracia, su favor en nosotros lo que nos impulsa a seguir adelante. Su
Espíritu Santo es quien nos debe guiar y moldear, de nada sirve que nos acercarnos a Dios con nuestras fuerzas. Él
nos completa y debemos anhelar cada día el poder sentir ese fuego en nuestros
corazones, ya que lo necesitamos para ser lo que él quiere que seamos.
Somos lo que somos por
Su gracia (1 corintios 15:10), y a
través de ella nos muestra que nos ha envidado a hacer, y nada ni nadie podrá
jamás arrebatar aquel sentir que un día Dios puso en tu corazón.
ORACIÓN: Señor, ayúdanos a ser afirmados en nuestro interior para poder
cumplir su propósito en nuestras vidas.Que cada día tengamos ese anhelo de adentrarnos más en su presencia para sentir Tu fuego que consume toda nuestra humanidad,
nuestras dudas, así avivar los dones que pusiste en nosotros y mediante él poder ser de bendición a otros. ♡
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