martes, 23 de septiembre de 2014

Lo que bota la ola.






Juan 5:1-18 
Dicen que el mar admite en su seno sólo aquello que tiene vida. Lo que está muerto, es desechado y arrojado a la orilla. Lo que arroja la ola está muerto. 
 El gran mar, que es el mundo, tiene muchos arrojados a las playas en calidad de desperdicio. Entre ellos estamos nosotros los discípulos de Jesucristo.
 El mundo no nos halló valiosos. No le éramos de ninguna utilidad, así que nos arrojó. 
  Por demás presumimos diciendo que hemos dejado un mundo que nos necesitaba, o que salimos de allí desdeñosos. No. El mundo nos arrojó, como la ola arroja lo que está muerto para el mar. 
 Así, abandonados en la orilla, nos halló el Señor. Nos recogió  para ser quienes éramos, inservibles e inútiles, como un vaso quebrado.
Amado cristiano: hay algo en tu carácter, o en tu temperamento que te hace despreciable para ellos. Tus habilidades, por muy valiosas que te parezcan, no logran encubrir aquella tara. Eras un caso perdido, y todavía lo serías si lo olvidaras, y te envanecieras. Dios no te ha escogido porque fueras más que otros, sino porque eras el más insignificante, y porque , a pesar de eso, Él te amó. (Dt 7:7-8)
Dios te ha escogido , no por lo que eras, sino a pesar de lo que eras. Tal vez Dios haga en ti y a través de ti algunas cosas, pero no lo hará debido a ti, sino pese a ti. Tal vez él te lleva en cierta dirección, no pienses que es porque tu ibas en esa misma dirección; al contrario, lo que mejor haces es presentarle tenaz resistencia. Sin embargo, él te lleva a pesar de eso.
Tú vas como frenando el carro que él tira; así que , si avanzas, es que él te lleva, pese a ti. Tu crees que eres una clase especial del hombre; y lo eres, pero no por tus habilidades, sino por tus torpezas. Eres especialmente torpe, y chambón, y obstinado. Lo eres, y tanto, que Dios te halló en Betesda (Casa de misericordia) y no en otro lugar. Él quiso ir allí, y sanarte. Así, de por gracia, porque tú eras, de todos los paralíticos y ciegos y cojos, el más abandonado, el peor de todos. Humanamente, no tenias vuelta. 
Eras lo que había botado la ola.

No solo Cristo murió: 
Los amigos también tienen que morir.
- Eliseo Apablaza F

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